miércoles, 29 de febrero de 2012

CORAZONES JÓVENES






CORAZONES JÓVENES










   Con un cigarrillo entre sus dedos y sus ojos puestos en el negro cielo, inhalaba el fugaz humo que entraba por su boca y pasando por la garganta llegaba como invitado esperado a los pulmones; mierda, ustedes ya saben eso ¿Para qué entonces se lo cuento? En fin, ella mira al cielo y luego a su amiga que no paraba de hablar de algo confuso, desde hace minutos dejo de escucharla y perdió el camino de la conversación. El tonto procedimiento que les describí anteriormente se repite una y otra vez hasta que nada queda de aquel cigarrillo y llega entonces el gran momento de prenderse otro, pero no hay encendedor, ella no lo prendió, sino que fue aquel chico que pasó hablando con su amigo, aquel chico con esos jeans ajustados llamados “chupines” y un tatuaje en el brazo. De esos que caminan con musculosa rosada a cualquier hora del día y se ponen las gafas tan raras que se ven solo en la Creamfield o en algún lugar como ese. De pronto, entre el pensamiento y las  palabras de la amiga que todavía no terminó de hablar, vio a otro chico caminando hacia ella, estaba solo y no tenía esos estúpidos anteojos. 
   “Desearía algo más que fuego o fuego es lo que realmente quiero con él.” pensó ella.
-          Camisa ¿Tenés fuego?
-          ¿Camisa?, ¿En serio? – preguntó él sacando el encendedor.
-          Por cierto te queda bien – aclaró ella prendiéndose el cigarrillo - ¿A dónde vas?
-          ¿Ves aquel bar? – indicó con la mirada – ahí me dirijo.
-          ¿En serio? – preguntó con cara de desagrado –te recomiendo no pisar ese lugar, está muerto.
   Que sabía el hombre, o el chico, que ella estaba a punto de cerrar la idea de ir a la cama con él esa noche. Las mujeres saben al minuto que va a pasar con el hombre que tienen enfrente. Del morocho con musculosa solo quería fuego, de este quería fuego también, pero pasional, no sé si me entienden, claro que sí, claro que si mis queridos lectores.
-          Te propongo irte con nosotras, no creas que vas a tener una aventura sexual, no, ni en pedo, pero mierda, nosotras dos solas esta noche, no da ¿O sí?
-          Y no.
-          Tenemos un tequila entero en la casa de esta – señaló a la amiga que de algún modo se había callado - Vamos, lo bajamos todo y capas venimos mas tarde a putear a estos fracasados.
¿Cómo iba a decir que no aquel chico? Si lo primero que pensó fue: “Este es mi sueño”.


   No solo tequila hubo esa noche, whisky y paquetes de cigarrillos sin fin también acompañaron la luna de aquellos jóvenes. Al principio no había “química”, es más, el ambiente era raro, confuso, pero cuando el tequila surgió efecto todo el filtro se rompió y decían e hacían cosas sin pensar, hablando de relaciones y parejas como si se conocieran toda la vida. No fueron de vuelta al bar, no, ni se levantaron para ir a comprar más tequila porque simplemente no podían levantarse. El único esfuerzo que hacían era para ir al baño o alcanzar el encendedor que estaba en cualquier lado del cuarto tirado por la amiga que realmente, como una aburrida, no fuma. No digo que no fumar es de aburridos, no crean eso, por favor, cada uno sabe que es lo que quiere hacer con sus pulmones pero, si no fuera por el cigarrillo, Pappo no hubiera tenido esa voz que acompaño la noche de aquellos pequeños rockeros.
   En medio de esa luna, en medio de shots, tragos, cigarrillos, música, cante, baile y risas, también hubo besos. Sí, claro que hubo besos, entre nuestra fumadora y el chico rubio.
-          Vos sí que lo querías.
-          Sí que lo quería – contestó ella besándolo de vuelta.
-          Sí que lo querían – agregó la que no fumaba con algo de desprecio.
    Eran las cuatro de la mañana y todavía quedaba algo de whisky del padre de la no fumadora, para no causar más problemas pongámosle un nombre, uno que inventemos nosotros, juntos. Relacionen, ¿Listo, pensaron? Bueno, ahora sáquenlo de sus mentes porque que va a ser el que yo quiera. ¿Qué? ¿Pensaron que les iba a dejar tal regalo de ponerle un nombre al personaje? Se equivocan, pónganse en una máquina de escribir como yo (aunque realmente escribo en una netbook, pero déjenme imaginar) y hagan sus personajes. Esta chica que no fuma, que llevaba una pollera corta y que era hermosa, realmente hermosa y tenía todo lo que una verdadera mujer podía tener, ¡Mierda! ¡No fumaba! Era claramente la mujer perfecta: Rubia, ojos verdes, flaquita pero no tanto como para asustar. No tenía grandes pechos pero sutrasero era la pasión misma, redondo y repartidor, imagínenselo, tendrán seguramente a alguna mujer que poner en el lugar, claro que si, igual que yo que veo a esa mujer que en realidad existe.
     Ésta hermosa mujer no se va a llamar Victoria, no, se va a llamar Camel como los cigarrillos, y además porque me gusta.
    Bueno, la hermosa Camel estaba sentada entre los dos jóvenes apasionados mientras su techo daba vueltas y su piso se la tragaba con desesperación. Estaba sentada tomando sola sin un hombre que la acompañase, no podía hablar con nadie como tanto le gustaba y no podía reírse como tanto la avergonzaba. Maldecía ahora las veces que dijo en un boliche “tengo novio”. Ahora no lo tenía, ahora quería uno pero no había nadie. “¿Llamar a alguien?” pensó, pero rápidamente esa idea desaparecía de su cabecita y seguía tomando sola viendo como los otros dos la pasaban genial y ni la miraban.
   Tras no aguantar más ese panorama Camel fue al balcón para tomar aire fresco. Vivía en ese departamento desde chica y estaba cansada de la misma vista de siempre. La pobre Camel, llena de sueños deseaba algo más que esa Buenos Aires oscura y sin estrellas. Quería un Paris, una Roma donde poder conocer a su chico y estar con él sol y luna, frio y calor. Tenía la desesperada gana de tenerlo en la cama y hacerle el maldito amor que siempre le contaron que era como viajar por el espacio o tirar cohetes, o tener todas las Barbies cuando tenías seis años o siete, o nueve. Veía como gente pasaba en sus autos debajo y como se reían; a ella no le daba gracia la ciudad, sus aventuras en los sueños eran sus verdaderos anhelos, esos que aparecen cuando nadie nos mira, cuando nadie nos escucha.
-          Camel ¿Vas a comprar un Malboro? – gritó la otra chica que pronto tendrá su nombre.
-          Claro  - dijo Camel sin darse vuelta.
   Tratar de caminar en ese estado era imposible y Camel se dio cuenta rápido de eso cuando las paredes se pegaban a ella. No era la primera vez que tomaba, su amiga la hacía salir todos los fines de semana y las dos se emborrachaban y buscaban hombres para pasar el rato, aunque claro, eso ultimo solo lo hacia nuestra fumadora y no la tímida Camel que se contenía a cualquier chico. Era de aquellas muchachas de las que pocas quedan, de las que buscan ese primer amor, ese beso que la haría imaginar historias en las noches. Nuestra Camel no era partidaria de besos sin sentido en los boliches, de sexo rutinario con cualquiera, nuestra Camel era única – mujeres ustedes son impresionantes-.
   Bajó Camel entonces y compró un Malboro al kiosquero que la conocía.
-          Fumar es malo Camel, no deberías hacerlo.
-          Yo no fumo –contestó ella fríamente.
-          Dale Camel, yo también decía lo mismo a tu edad, y mírame ahora: entre paquete y paquete no pasan dos minutos.
    Subió de vuelta al departamento y vio que ahora los dos locos estaban con el torso desnudo besándose desesperadamente.
-          Tus cigarrillos “sin nombre”- dijo, los miró raramente, y agregó –Ey tienen la habitación para eso.
-          Claro Camel, ahora vamos –contestó la amiga.
-          Camel, muchas gracias – dijo el chico.
   Los dos apasionados se levantaron y con besos y bailes se fueron a la habitación; Camel se quedo sola. Agarró el celular y decidió a llamar a alguien, pero entre hombres y nombres no pudo encontrar a nadie interesante. “¿Dónde está ese chico que me va a alegrar el corazón?” pensaba mientras su rostro con tristeza veía como la tele se prendía gracias a los dedos que automáticamente apretaban el botón “Power”. Pero la tele no le llamaba la atención, Camel agarró su cuaderno y  empezó a escribir y dibujar. Su muñeca danzaba  mientras sus ojos, brillantes ojos, empezaban a tomar forma de una mujer enamorada; escribía un poema:

“El corre por los vientos sin encontrar a su mujer,
El la desea más que a nadie.
Pero el no la encuentra en su ser,
El solo encuentra a las nadie.
Esta con todas las que no quiere,
Besa a todas las que puede,
Esta sin mí, esta sin él,
Esta solo, con otra mujer.

Y yo tan sola estoy pensando,
De él como loca me estoy enamorando,
¿Dónde estará su corazón, donde está él?
¿Dónde puedo encontrar su suave piel?
Seguramente entre almas pobres de mujeres falsas,
De mujeres toscas con apretadas calzas,
Que corren solas buscándolo a él,
Solo para divertirse, y dejarlo caer.
Pero yo LO BUSCO,
PERO NO LO ENCUENTRO,
-¿DONDE ESTAS MI AMOR?
YA LO SE, ESTAS LEJOS,
ESTAS TAN LEJOS EN OTRA CAMA
EN OTRO SUELO, CON OTROS PECHOS, TU AMOR,
ESTAS.-”


   Su cara tomo rápidamente una forma tranquila y aliviada, pareció descargarse, pareció sentir que se saco el peso de encima que toda la noche la dominó. Nuestra Camel, tan débil y triste apagó la tele, cerró el cuaderno y se fue al balcón a soñar con su Paris, y con su Roma, con su hombre del sol y luna, con sus cantos de piel nocturna.



  Mientras tanto en la otra habitación nacía el fuego, nacían las llamas. Ropa tirada por todos lados, luces prendidas y besos en las partes prohibidas. Los dos se revolcaban, los dos, claro, pero primero hablemos –porque lo quiero así- de ella, de la mujer, de la rockera, de la que toma y fuma, de la que coje y se coje, de la que baila y no llora, de la que solo te enamora. Hablemos de esa mujer que de nombre Castaña –y otra vez porque es mi escrito y le pongo el nombre que quiero- impresionaría a cualquier artista, a cualquier pintor, mierda hablemos de ella que tanto la adoro en mi imaginación.
   Que mujer Castaña, que mujer, una de las que soñé yo toda mi vida. independiente y liberal, una mujer hecha y derecha, que sabe lo que quiere y obtiene lo que quiere. Lee mucho, fuma mucho, habla poco y lo que habla es fino y corto, punzante y doloroso. Escucha rock y le gusta darles patadas en las bolas a hombres que se pasan de “penes”. Claro, ella puede hacerlo, claro, ella sabe cómo hacerlo. Castaña vive así, vive la vida. Ella no sueña con Paris, ella es Paris. O mejor aún, Roma sueña con ella.
   Entre vueltas y vueltas, besos en el cuello y manualidades, los dos se pasan la saliva de boca a boca, se miran y no se miran, ya que como dijo un poeta: Cara a Cara, el rostro no se ve. Y no se veían y no querían verse, al menos no ella ya que el hombre –que todavía no tiene nombre – aun no tiene historia para saber si quería o no. Ella deseaba el momento, deseaba estar ahí y ser penetrada por aquel muchacho que le dio fuego, que tenía camisa y caminaba de la forma que más le gustaba: sin presiones y sin importar nada. Puede que solo por ese tonto detalle ella estaba ahí con él, revolcándose en las húmedas sabanas de Camel. No quería saber su historia, ni de donde venia, ni donde iba, ni si fumaba Camel o Malboro, o si estudiaba Arquitectura o Informática, ella quería al hombre, pero lo quería solo esa noche, caliente, como la hamburguesa de Burger King, sediento de mujer, de hechos y piel. Ella solo lo quería para saciar lo suyo, tenerlo como juguete y dejarlo, no le interesaba el rubio, le interesaban sus partes y nada más. Y ahora estaban en el lecho haciendo todo menos amor, podemos llamarlo de distintas formas pero mierda, aquello no tenia nombre y solo era opera en la cama, poesía de revolcada y cuentos desnudos. Se revolcaban con pasión, la cual seguía su camino, la cual prendía las luces de sus corazones y calvaba placeres en sus alamas y pechos, pezones y bolas. Sus cabezas se juntaban, sus lenguas bailaban y su vida disfrutaba; hasta que terminó.
   Los dos respiraron, se pusieron cada uno en su lado mirando al techo en la situación más incomoda que se pudiera crear, prendieron un cigarrillo y sin palabras largaron humo hacia aquel techo sucio y lleno de humedad.
-          Mierda, parece que se va a caer encima –dijo ella.
   El quedó callado. Los humos seguís saliendo de sus bocas y desaparecían en el aire. Sus cuerpos no se tocaban, estaban desnudos en el cuarto de Camel.
-          ¿Quedó algo de tequila? – preguntó Castaña.
-          Creo que le quedaba el culo.
-          Anda a buscar whisky, el viejo de Camel tiene demasiados.
-          Bueno – dijo él levantándose de la cama.
Poniéndose una manta alrededor de la cintura se dirigió a la puerta y cuando estaba a punto de salir Castaña lo interrumpió.
-          Y Louis -  le dijo sonriendo – espero que vuelvas – le guiño el ojo y escapo en las sabanas.
   Si, lo captaron, nuestro hombre, el suertudo de la historia se llama Louis, y no es porque estoy a escuchando a Armstrong mientras escribo esto, no claro que no –en realidad si- pero ese nombre tiene algo, tiene algo poderoso entre sus letras, será la “oui” que tanto llama la atención.
   Louis salió de la habitación y se encontró frente a Camel con los ojos cerrados durmiendo en el sillón mientras la tele estaba prendida pasando un programa de Discovery. Pasando al cuarto del padre encontró aquel bar, y entre todos los whiskey que había eligió una botella Glenlivet sin abrir. En el camino de regresar a la habitación apagó la tele para que Camel pudiera dormir bien.
-          ¡Y aquí está el néctar! – gritó Louis entrando a la habitación.
  Castaña se levanto rápidamente de la cama y los dos metieron dos largos tragos a la botella. Claramente estaban tan borrachos que ni lo caliente del whisky, ni lo duro que estaba les importó. Rápidamente sus labios se juntaron de vuelta y rápidamente estaban de vuelta en la cama haciendo lo suyo aquella noche.
   “Soy un maldito suertudo. Carajo, soy el hombre más sensual del universo, mierda, nunca pensé que podía pasarme esto” eran los pensamientos en la cabeza de Louis, y estaba bien que pase eso, a todos nos pasa, bueno, en realidad no a todos, pero a los suertudos sí.
   Y es que Louis no venía con suerte ese día, esa noche yendo al bar se iba a encontrar nada menos que con la chica que tenía una historia. Debía encontrarse con ella para hablar sobre lo que pasaba y sobre que era tiempo de terminar todo. Pensaran ahora ustedes de por qué carajo lo quiso hacer en un bar con la música y las bebidas alrededor ¿Por qué no en un parque o café a la tarde? Y les diré: Por el simple hecho de que todo es más simple en un bar. Antes de verla iba a tomarse un par de tragos, liberar el corazón y la lengua que en una plaza cualquiera, en un café lleno de oficinistas y estudiantes, se iba a trabar, se iba a quedarse callada y nunca más salir para terminar en nada. Claramente el bar es el mejor lugar para terminar algo, y capas, si ella se iba enojada, él podía conocer alguna otra mujer y empezar de vuelta la vida de soltero. Aunque en realidad él estaba soltero, en realidad la relación no era más que un juego pero que empezaba a tener vueltas y sentimientos en las dos partes. Cuando uno cela al otro por estar con otra persona es signo de sentimientos, signo de que importa el otro, de que no quieres verla pasarla bien con alguien más, de que la quieres para ti y nada más que para ti; a él le empezaron a pasar esas cosas. Él, aunque no quería hacerlo, debía cortar todo, porque simplemente no sabía que deseaba ella y pensaba que, seguramente, ella no quería nada y solo en lo que quedaron antes.
   Así que se dirigía al bar, se dirigía pensando lo que iba a decir y llegando al lugar, dos ángeles de la gurda lo interrumpieron pidiéndole fuego, una Castaña de la vida junto a la hermosa y sensible Camel lo salvaron de lo que pudiera ser un inferno.
   Lo que si pensaba Louis, es que realmente el ya se había enganchado con aquella mujer, y que si no encontraba a alguna otra se iba a caer al abismo de intensificar sus sentimientos, por eso Castaña y Camel, fueron su salvavidas.


   La noche paso, al igual que el whiskey que acabó completamente. En el cuarto estaban los dos apasionados durmiendo. Castaña roncando en medio de las sabanas y Louis dando vueltas sin poder encontrar el lugar de ensueño. De pronto sus ojos se abren, los de Louis, y con un dolor de cabeza impresionante se levanta de la cama, mira por la ventana y ve que todo tiene otro sabor, ya nada es oscuro y negro como antes, era de día, todo tenia color y el brillo del sol. Se puso la ropa y salió a sala con esperanza de encontrar a Camel, pero no había nadie. Se acercó a la mesa y vio un papel en el que decía “Estoy en la terraza, hay café en la cocina”. Miró rápidamente el reloj del celular y vio que eran las once. Fue a la cocina y se sirvió un café negro y lo calentó en el microondas. Con ganas de ver a Camel subió a la terraza y la vio ahí, a ella, la vio parada viendo la ciudad que recién se despertaba aquel sábado soleado.
-          ¡Buen Día!
-          ¿No vas a desaparecer más no? – le dijo ella y soltó una pequeña risa.
-          Si quieres me voy ahora – le contestó sonriendo y acercándose – puedo tirarme de acá, porque hay algo que no te dije – se acercó al oído y suevamente le dijo – soy superman, pero shh.
   Los dos rieron y empezaron bien la mañana, ya no había alcohol de por medio y solo una resaca que golpeaba cada neurona pidiendo esos cien pesos de contribución. Empezaron a hablar mientras tomaban aquel café, empezaron a contarse la vida y él le conto su situación, y ella le dijo que no se haga problema con Castaña.
-          Y entonces ¿Qué vas hacer?
-          No lo sé – contestó Louis – no es que la amo, no lo hago, pero siento que necesito verla, necesito cuidarla, preguntarle que hace y con quien anda, quiero que ella me pregunte lo mismo y claramente no deseo perderla. Hoy la deje en el bar, tengo llamadas perdidas y mensajes puteandome y siento que la perdí, siento que en este momento la perdí y no puedo hacer nada.
-          Con mi poca experiencia – dijo Camel – creo que estas enamorado. Pareciera que lo estas.
-          No lo sé –dijo y termino su café-  ¿Y vos? ¿Tu enamorado?
-          No tengo – contestó – nunca lo tuve. Y las relaciones de ahora, las relaciones de una noche no van conmigo, no van con mi personalidad.
-          Pareces una buena mina.
-          No lo soy.
   De pronto por atrás se acerca Camel.
-          Buen día aventureros.
-          Buen día – respondieron los dos al mismo tiempo.
   Los tres se pusieron a mirar la ciudad de aquel techo mientras tomaban el café, los tres se reían y parecían pasarla de maravilla. Se dirigieron entonces a una plaza, decidieron pasar la tarde ahí porque realmente el sol parecía tener un buen día y ese sábado ninguno tenía planes.
   Llegaron al lugar, a la plaza de Recoleta, y se sentaron en el glamoroso pasto verde. Sacaron galletitas y sirvieron mate, hablaron sobre sus problemas y vidas. Por primera vez, Louis, escuchaba los problemas de otra mujer que no era la que dejó plantada. Castaña se reía con un hombre y lo besaba después de una noche de locura, lo que realmente era raro. Y por primera vez, Camel, estaba frente a un chico que escuchaba lo que decía. Claro que ese chico estuvo con su amiga la noche anterior, pero como ella dice, hablar no hace mal a nadie, hablar solo hace bien y a ella le hacía bien soltar esas palabras que contenía dentro suyo tanto tiempo, esperando a ese hombre para hablarle. Sabía que ese hombre no era Louis, pero al menos era algo.
-          Saben chicas, siempre tuve el sueño de…
-          ¿De qué? – preguntó Camel.
-          Si, ¿De qué rockero? – agregó Castaña.
-          De ir a Paris.






FIN





Turavínin Antón

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