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viernes, 20 de abril de 2012

Carta




   Nos hicieron sentar en la trinchera y repartieron un pequeño pedazo de pan para cada uno. Los ojos tenían hambre, la piel se ponía dura y el estomago dolía, dolía como nunca antes lo había echo. Estaba nublado, temíamos que lloviera en cualquier momento. Mis pantalones todavía no se habían secado del diluvio anterior.
La primera mordida fue pequeña, no quería que acabase mi único alimento en las próximas seis horas.
-          ¡En quince minutos atacamos! – gritó de pronto el capitán.
Nos observamos con Pablo con miedo, temíamos no vernos nunca más. Mis dedos daban vuelta el pan y mis labios lo comían sin tocarlo. Decidí darle otro mordisco, cerré los ojos y disfrute su dureza. Trague la poca saliva que me quedaba y otra vez mire al cielo preocupado por no morir, ahora deseaba que lloviera para sentirla por ultima vez.
-          Va a estar todo bien –me dijo Pablo dándome una palmada –Vas a ver que volveremos y de vuelta probaremos este pan duro.
Le sonreí aceptando lo dicho, pero en verdad me angustiaba aun mas saber que siempre te dicen que todo va a estar, pero llega el momento, y nada lo esta.
-          ¡Hay una carta!, ¡Una carta! – se escuchaba gritar de fondo.
Miramos para el costado y los brazos iban pasando un sobre celeste triangulado. La carta llego a mí y observe para quien era: Pablo Sinorazzi.
-          Pablo, para vos –le dije y se la pase.
Sus ojos se abrieron de par en par, y parecía no estar ahí cuando leyó de quien venia, parecía desaparecer del panorama y por primera vez en varias semanas su estomago estaba lleno. Lo abrió rápidamente con el grito de “¡Cinco minutos para el ataque!” del capitán.
La carta era de su casa, de su ciudad, era de Rosario y venia de su novia. Pablo sacó la hoja y la miró sin escuchar nada de fondo, sin siquiera preocuparse por morir, él estaba viviendo, él estaba deseando sentir esa voz que tanto extrañaba, de la cual me hablaba, de la cual se enamoraba día a día. Pero sucedió algo diferente. Al parecer, antes de la batalla, se apuraron por llevarle la carta al soldado.
Pablo empezó a leer y al principio se podía ver “Disculpame que callé todo este tiempo. No te voy a esperar” y luego, nada mas; eso era toda la hoja. Solamente al final de posdata decía: “Me voy nada cerca, lucha tranquilo y perdóname si te hice mal”.
Y los estallidos comenzaron, y los solados empezaron a correr y el suelo, mojado aun, vibraba por los tanques. Y el pan cayó de sus manos y la carta siguió pegada a él. Y junto con la primera explosión, Pablo gritó con furia “¡¿Cartero que me trajiste?! ¡A un minuto de mi muerte, en el sobre triangular una bala al corazón recibí!”.
Y como si hubiera un animal dentro de él, salió de la trinchera y empezó a correr, las explosiones no le importaban, los estallidos no lo molestaban y los tanques no le parecían una obstrucción. Con una rifle en sus brazos y la lengua dentro de la boca, corría y lloraba, y para él, ese “todo estará bien” desapareció, y cualquier palabra que yo le podía gritar de lejos no alcanzaba sus oídos, no alcanzaba su razón.
Disparando corría hasta que cayó al lodo y se dio vuelta mirando al cielo. Y su cuerpo era rojo y se abrazó con la tierra, y el viento esparció los pedazos de papel por el lugar. Corrí a él, lo miré a los ojos pero él no me miraba, aunque estaba enfrente, su vista me traspasaba al cielo, y las nubes se abrieron y la lluvia cayó bajo el sol. Pero sus ojos no se cerraron, me agarró de la mano y en el lodo, por fin descansó.

Por motivos de Vladimir Visotsky "Pismo". 
 

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