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sábado, 10 de marzo de 2012

La Nota


LA NOTA







Caminaba por una calle cualquiera de Buenos Aires. Mi mirada no iba a ningún lado hasta que a lo lejos divisé un cartel luminoso. No leí lo que decía, me importaba un carajo, sabía que iba a entrar. 
   Quería fumar, saqué un cigarrillo y cuando lo prendí ya estaba adentro. El lugar era oscuro, el cajero parecía no prestarme atención, como un maricon se concentraba en esa pequeña pantallita azul. Entre sin pagar y sin mirar a los lados camine directo a la barra. Detrás de ella habían mujeres bailando, le guiñe el ojo a una, se dio vuelta ignorándome. Decidí pedirme un trago, el dinero me sobraba, podía tomármelo todo. 
-          Un Glenlivet, sin hielo y que no paren.
   Probé el primero y por fin sentí el calor que me faltaba al caminar, no me importaba una mierda que pasaba alrededor mío, yo estaba entonado con mi suero escoses.
   Cuando iba por el decimo alguien se acerca.
-          ¿Quién sos? – preguntó una mujer.
   Me di vuelta y le mire los pechos, los tenia bastante destapados.
-          Louis.
-          Vas por el decimo whiskey y no veo horizonte de parada.
   Le miré de vuelta los pechos y luego volví a los ojos.
-          Y deja de mirarme las tetas –me dijo con voz ruda.
-          Es que son interesantes – le respondí a su enojo- Ninguna mierda liquida puede hacerme algo –dije y me di vuelta para seguir tomando.
   La mujer parecía no querer irse, volví a mirarle los pechos de vuelta, luego se sentó al lado mío y pidió un vodka con arándanos, me sonrió y al rato sus labios se tocaron con los míos.
-          Así que ¿Qué dijiste que hacés? – me preguntó en su segundo trago.
-          Soy periodista.
-          ¿Escritor?
-          Periodista –puntualicé- no hago esa mierda de inventar historias, lo mío es real, autentico.
   Tomé mi último vaso, eran ya quince.
-          Vamos a tu casa – le dije levantándome.
   Ella parecía aceptarlo, se levantó de la silla, agarró se abrigo y tomándome  de la mano caminó hacia la salida. Cuando a punto estábamos de salir un hombre de traje se para frente mio.
-          ¿Qué querés? - le pregunté al ver que no hablaba.
-          Señor, lo invitan a aquella mesa a compartir unos tragos.
-          Ya tengo bastantes encima, que se los tomen ellos.
   El hombre de traje no se esperaba esa respuesta, por lo que decidió aclarar las cosas.
-          Mire, el señor Maradona quiere que usted comparta unos tragos con él y con su representante.
   Me di vuelta para mirar si era verdad y pude ver aquella mano que hizo temblar a los ingleses saludándome. En la otra tenía un champagne.
-          No, me voy. Pudo con todos ese gordo, podrá con mis vasos de whiskey. Decíle que la próxima no compre champagne, no es de hombre.
-          Pero señor…
    No le dejé terminar y salí del lugar, la mujer que estaba al lado mío quedó estupefacta. Me preguntó todo el camino de porque no había ido con ellos; para mí un par de piernas abiertas, una piel suave y los labios de una mujer son más importantes que cualquier cosa.
   Llegamos a su departamento y me sorprendió lo ordenado que estaba todo, me sentía algo incomodo, sabia que no podía tirar algo de vino y ocultarlo.
   No tardamos mucho tiempo hablando, a los minutos de entrar su vestido cayó a los pies y pude disfrutar de sus curvas y mas abajo, el amor. Se acercó a mí y me bajó los pantalones, estuvo algunos minutos ahí, luego fuimos a la habitación y la noche comenzó.

-          Taxi. De vuelta a casa ¿Dónde es eso preguntás? El primer cartel luminoso; y que no paren. 



FIN



Turavínin Antón 
 

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